domingo, agosto 28, 2005

Un dulce calorcillo

Abrazo


Una de las cosas que más aprecio de un fin de semana es, despertar, un domingo junto a papá y a Laura. Lo de Laura, es historia reciente pero no empaña, en absoluto y lo digo sinceramente, el recuerdo de papá y mamá, juntos.

Los sábados, no importando la hora, iba a la habitación de mis padres. Ellos veían la tele y yo irrumpiendo descortesmente me ponía en medio de ambos. Lo que me agradaba de todo eso, era sentir el calorcillo que manaban sus cuerpos y que me hacía sentir como a un pollito en su cascarón. Papá, con sus lentes y su barbita de un día, miraba con mucha atención la tele. De tanto en tanto volteaba y me sonreía. Mamá, acariciaba mis cabellos y me daba besitos en la frente.

Ahora, acomodada bajos de los pies de papá y Laura, me parece que el pasado ha regresado, un instante, en forma de añoranza. Papá luce algo cano, con los mismos lentes de antaño y unas cuantas arruguitas furtivas apostadas en su frente. Laura, todavía muy joven, apoyada en su hombro acaricia su pecho y pancita; la escena parece venida del pasado para hacerme compañía...

Papá y mamá, estuvieron separados por un período de dos años. En aquel tiempo yo era muy pequeñita y con los pocos recuerdos que tengo trato de reconstruir el pasado.

En todo ese lapso tuvieron tibias reconciliaciones. Una de las cosas que jugaba en contra, era el orgullo de ambos. Papá era muy fuerte de carácter, no era de rogar o conciliar sino de imponer sus razones. Mamá, por su parte, se mostraba orgullosísima y siempre a la defensiva. Estuve, sólo en un par de ocasiones, presente, en esas discusiones. Tatita, cogiéndome de la mano o cargándome si fuera preciso me conducía a otro ambiente de la casa. Con el volumen muy alto de la tele trataba de aplacar, sin mucho éxito, el tronar de voces en el living.

En una de esas reconciliaciones, recuerdo que fuimos a Chósica. Papá dictaba clases en la Cantuta. Papá nos llevó, supongo ahora, al mismo centro de Chósica. Lo que más recuerdo es un puente colgante sobre un río que arrojaba sus aguas en forma de garúa. Ellos, caminaban juntos; en más de una ocasión intentaron cogerme de las manos para que fuera en medio de ambos; yo, me soltaba, prefería ir sola y ver, tranquila y curiosamente, las cosas de un mercadito costumbrista. Sólo, cuando atravezábamos aquel puente, buscaba sus manos.

Ellos se sentaban a conversar en alguna banquita libre, mientras que yo me dedicaba a mirar a las personas que transitaban por el lugar y a explorar en los alrededores. Y Me perdí; me sentí perdida, por lo menos. Sólo sentía mucho movimiento alrededor mío y decenas de caras desconocidas. Una sensación de vacío se apoderó de mí. No daba un sólo paso; simplemente me quedé petrificada. Hasta que alguien acarició mi cabeza y yo estallé en llanto. Mucha gente curiosa apostada a mi alrededor y de en medio de ellos surgiendo papá y mamá. Papá me cargó y mamá, con sus ojitos cubiertos de humedad, nos dio un fuerte abrazo. Allí, por vez primera, pude sentir, con total claridad, aquel calorcillo tan agradable.

3 Comments:

Blogger Flavio Dijo...

Ojalá sigas con ese calor dentro de tí, cuando estás junto de tus padres, y cuando estás lejos de ellos.

12:03 p. m., agosto 28, 2005  
Blogger Beba Newmann Dijo...

Hay un calorcillo interno que se llama afinidad y siempre está encendido...

4:43 p. m., agosto 28, 2005  
Anonymous Anónimo Dijo...

That's a great story. Waiting for more. courses related to industrial engg and management Protocolos voip G35 infiniti colors miele vacuum cleaner Advertise mercedes benz online Incorporate on line business opportunity lazyboy sleeper sofa

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