"La prueba del amor"

¿A quién no se la han pedido? ¿Quién no la ha dado? No soy la virgen María y menos postulante a un vicariato o a una canonización virtual pero últimamente, por una cuestión más mental que concreta, he vuelto a ser virgen... Créanlo o no, no importa... Aunque extraño, y esto lo digo con total sinceridad y sin ánimo controversial, sintómaticamente, ciertos escarceos intrínsecos y veleidosos; mejor no lo traduzco y lo dejo inmerso en la densidad de mis palabras... Mientras escribo, escucho canciones de Meat Loaf -anything for love- y aquella canción desgarradora -love hurts- de Nazareth a la que particularmente le tengo un afecto muy especial... Tener una mala actitud, estar cerca del infierno y terminar convertida en una "ángel caída " con el corazón destrozado, como que eran temas muy afines...

- ¿Me quieres?
- Sí. Mucho...
- Entonces..., demuéstramelo...

Este breve diálogo pareciese resumir una constante en mi vida... "Demostrar" mis afectos con hechos, llevándolos a un plano íntimo parecía ser el ingrediente recurrente e infaltable en cada una de mis relaciones. Y no era una chica descocada ¿eh?, en todo caso, tenía muy poco afecto por mi persona y un total desapego al amor filial, buscando situaciones extremas por joder al resto y que me llevaban a actuar sin esperar un segundo requerimiento ni nada más ajeno que unos breves instantes de placer. No eran las palabras bonitas, los retos o el "chantaje" los que me llevaban a tranzar sino mi propio afán autodestructivo. No me creía manipulada, creía tener las riendas de la situación aunque al final el sentimiento era el mismo: terminaba sollozando como una perra, me sentía una cualquiera y culpaba a medio mundo por sentirme de esa manera...

Obvio que de esas relaciones, con más piel que feeling, poco o nada se podía esperar. Ya lo tenía como un hecho perfectamente asumido. Parafraseando: transitar la vida como una veleta, libre al viento, tarde o temprano, mal que bien, me iban a llevar al final del río con cascada incluída o terminar en buen puerto con aguas mansas y transparentes. Creo que el azar me regaló lo segundo: me reconcilié con mi padre y conmigo misma. Renuncié a aquella vocación de zapatilla que puede ser calzada por cualquiera y después, sin pena ni gloria, dejada en un rincón del closet. Con más dudas que certezas, empecé a quererme, a reconstruirme de a poquitos y a respetarme y a exigir respeto... Una Beatriz díscola, de los 13 a los 17, dio paso a una más sensible y con ganas de sentir afecto y de recuperar aquellas cosas que extravió en el camino o que regaló de manera inconsciente, fruto de la carencia de un amor propio y de escasa confianza en las personas más cercanas. Al final, fue un duro camino con más tropiezos que pasos firmes.

El papel de consejera para niñas o jóvenes en estado de abandono o peligro moral como que me queda grande, sin embargo, espero, de corazón, que no transiten por mis pasos. El pasado, pasado está y hay cosas que no son gratas recordar... Como en todo, siempre quedan algunos traumas de por medio, cargos de conciencia con los que voy a tener que lidiar, muy a mi pesar, y que de hecho van a influir en mis futuras relaciones... Tengo miedo de enamorarme de verdad y que me pidan aquello que tantas veces, estúpida o inconscientemente, regalé... Después de todo, el cielo va a tener que esperar.