Festina lento
Suelo ser posesiva con mis afectos. Desprendida en ocasiones. Doy tanto que espero recibir a cambio, igual o más...
Hay días en lo que amanezco cursi, embobadamente cursi y con ganas de cometer, ex profesamente, alguna locura en nombre del amor. Otros, en donde me siento niña con ganas jugar, saltar, correr, tirar las responsabilidades a un lado y desoir las voces que me exigen seriedad, criterio y buen juicio...
Gotitas de lluvia golpeando la ventana de mi habitación me sugieren que hoy va a ser unos de esos días fríos, con un frío intenso que penetre hasta el rincón más profundo de mi cuerpo y de mi alma. Cojo el abrigo más grueso, bostezo sin entusiasmo y me dispongo a salir. Mis manos gélidas no encuentran mejor destino que reposar en el fondo suave y calientito de los bolsillos del abrigo café.
Distorsión, ruido, coches que viajan en uno y otro sentido; pasos, voces, gestos que se dibujan y desdibujan perdiéndose en el tiempo...
El tiempo corre, el tiempo vuela, el tiempo se desvanece en un triz dejando huellas, cicatrices o sólo recuerdos... Prefiero el recuerdo al olvido; prefiero el olvido a la indiferencia; prefiero no verte a no amarte... El tiempo se repite...
Escapar, subir, bajar, volver a subir y descender sobre el suelo raso; arrastrar mi cuerpo, hacerlo jirones, cenizas y volver a nacer, sentir, amar y creer...
La felicidad, es un bien superfluo que se da y que se quita, que nace, crece, se transforma, se mimetiza o esconde.
Cambiar andando, atar cabos y sueños, desatar deseos, hilar ideas, desollar deseos; cambiar, lentamente, cambiar al fin.
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