lunes, setiembre 19, 2005

Festina lento

Suelo ser posesiva con mis afectos. Desprendida en ocasiones. Doy tanto que espero recibir a cambio, igual o más...

Hay días en lo que amanezco cursi, embobadamente cursi y con ganas de cometer, ex profesamente, alguna locura en nombre del amor. Otros, en donde me siento niña con ganas jugar, saltar, correr, tirar las responsabilidades a un lado y desoir las voces que me exigen seriedad, criterio y buen juicio...

Gotitas de lluvia golpeando la ventana de mi habitación me sugieren que hoy va a ser unos de esos días fríos, con un frío intenso que penetre hasta el rincón más profundo de mi cuerpo y de mi alma. Cojo el abrigo más grueso, bostezo sin entusiasmo y me dispongo a salir. Mis manos gélidas no encuentran mejor destino que reposar en el fondo suave y calientito de los bolsillos del abrigo café.

Distorsión, ruido, coches que viajan en uno y otro sentido; pasos, voces, gestos que se dibujan y desdibujan perdiéndose en el tiempo...

El tiempo corre, el tiempo vuela, el tiempo se desvanece en un triz dejando huellas, cicatrices o sólo recuerdos... Prefiero el recuerdo al olvido; prefiero el olvido a la indiferencia; prefiero no verte a no amarte... El tiempo se repite...

Escapar, subir, bajar, volver a subir y descender sobre el suelo raso; arrastrar mi cuerpo, hacerlo jirones, cenizas y volver a nacer, sentir, amar y creer...

La felicidad, es un bien superfluo que se da y que se quita, que nace, crece, se transforma, se mimetiza o esconde.

Cambiar andando, atar cabos y sueños, desatar deseos, hilar ideas, desollar deseos; cambiar, lentamente, cambiar al fin.