Miss Chichí y "Mr. Chichí" (I)
En primera instancia, no estuve entre el grupo de seleccionadas para formar parte del coro de quinto. Y la verdad es que, ganas no tenía (la excusa de las no elegidas). Habían traído a una maestra de canto para que se encargase de afiatar y pulir a un grupo de chicas que, en el día del aniversario del colegio, cantase el himno nacional, el himno del colegio y un número sorpresa...
"Mi limón, mi limonero
entero me gusta más,
un inglés dijo yes-yes,
un francés dijo ola-lá".
Y no fue porque la letra estuviese difícil, ¡no!, ¡qué báh!, tonta puede ser pero, difícil... Difícil fue evitar no sentirme estúpida al interpretarla. De a pocos, ciertos sentimientos de vergüenza, desconocidos hasta entonces, se estaban apoderando de mí... El rostro me ardía y sentí la mirada penetrante del resto de compañeritas, de la señorita Clemencia y de miss Chichí, la nueva maestra de canto, que sonriendo, rasgaba la guitarra.
Tras un implícito y muy claro pedido de la señorrita Clemencia, Miss Chichí, me dio una nueva oportunidad. Yo, aún no había superado la vergüenza inicial y este nuevo pedido sólo había servido para avivar aquel sentimiento -Vergüenza con "V" mayúscula.
Respiré hondo, tan hondo que sentí mis pulmones llenos con todo el oxígeno existente en el aula, mojé mis labios con fruición, la tocecilla de rigor para poner en orden mis cuerdas vocales, aparté a un lado el cerquillo que me cubría hasta los ojos y que me impediría -sin lugar a dudas- observar todo el papelón que estaba a punto de hacer; golpeando mis talones con fuerza -como Dorothy- esperaba que un tornado viniese en mi ayuda, rescatase y llevara al País del Nunca Jamás (nunca jamás me hagan pasar papelones...). De no mediar algún hecho inesperado (terremoto, una nueva marcha de los cuatro suyos o similares) nada me parecía liberar de cantar por segunda vez de manera consecutiva aquel sonsonete: "Mi limón...". Haciendo mi mejor esfuerzo (tenía que actuar de manera forzada), y hasta esbozando una tierna sonrisa, seguida de unos pasos coreográficos que corté abruptamente al verme a mí misma convertida en una especie de cantante chicha (¿La rica miel?)... "Muchas gracias, toma asiento por favor...". Eso equivalía a "lo siento, no nos llames, nosotros te llamaremos..." y yo..., feliz.
El casting prosiguió con el resto de alumnas, después de observar otros papelones no me sentí tan sola. Algunas calificaron y otras recibieron el inefable y nasal: "Merci beaucoup...".
Terminada la selección, la señorita Clemencia prosiguió con su clase, no sin antes decirme al oído: "Tu participación ha sido excelente, no entiendo porque no fuiste seleccionada...".
La señorita Clemencia era de aquellos seres dotados de una espiritualidad y estoicismo a prueba de balas. Parecía, ciertamente, ajena a todo lo que ocurría alrededor, parecía habitar una dimensión paralela y volar en su propia nube ya que a todo hecho o circunstancia lo veía por un lado bueno, positivo. Con raíces españolas, que salían a flote un par de veces a la semana cuando nos contaba las gracias y bondades de la tierra de sus padres: Zaragoza.
Al parecer, no me consta, la señorita Clemencia había hablado con Miss Chichí pues, sin mediar trámites o aviso previo hizo llamar a las elegidas a la dirección, incluyéndome en el grupo. Sorpresa total para mí. En la dirección, se encontraba quince chicas, cinco por cada quinta y una más: yo. Bajo la batuta de Miss Cichí, improvisamos por enésima vez la meliflua cancioncilla... La directoria, Marge, nos observaba compasivamente... Yo era la más pequeña del grupo y la que más desentonaba. Tenía diez años entonces, y contrariamente al resto de congéneres parecía revejida y hastiada de todo (todo me molestaba o simplemente no llamaba mi atención).
La única que me comprendía (o soportaba) era la señorita Clemencia. Aunque, ciertamente, tengo que reconocer que me tenía en una posición cómoda y de sobrestimación. El resto de compañeras reparaba en ello y me llamaban: "la engreída de la señorita".
Me encontraba en una etapa revesada y en la que nada me satisfacía y el formar parte del coro -a pesar que la señorita Clemencia me había dicho que era lo mejor para mí- no iba cambiar eso sino más bien me iba a traer más frustraciones.
Definitivamente, no le caía bien a Miss Chichí; por más que hablara maravillas mía a la señorita Clemencia yo sentía, en el fondo, que no era honesta en sus palabras.
Miss Chichí quería representar como número sorpresa una especie de coro celestial: "Querubines que habitan en el Cielo y que colman de bendiciones al Mundo entero" (sic). Pero, resultó que en la práctica, Miss Chichí quería implementar un coro con chicas que respondiesen al "tipo" de los querubines (cleveaux blonds et les yeux bleus) y de esta manera transmitir todo el dramatismo, patetismo y fidelidad posibles por una cuestión puramente estética. Creo que ni Adolf Hitler lo hubiese explicado mejor. Yo, podía asistir a los ensayos, pero eso sí no podía formar del grupo elite para el número especial. Por una lado me sentía liberada pero por el otro la confusión se apoderó de mí. No lo voy a negar pero en aquel tiempo me sentía y me hacía sentir distinta. Me trataban como a una "blanquita" y ciertamente era objeto de alguna deferencia. Pero, ahora, me sentía en la vereda de enfrente. No me sentí víctima entonces, pues yo había actuado de la misma manera que Miss Chichí en más de una ocasión y creo que de peor modo a la hora de escoger a mis amistades y ahora las circunstancias me estaban dando con una bofetada de realidad. En un primer momento sentí molestia, frustración, vergüenza y resignación, pero después lo asimilé, le di el peso necesario, y lo asimilé adecuadamente. Me llegó Miss Chichí y su coro de arquetípicos querubines. Me negué a forzar parte de una farsa, una farsa de la que yo fui esclava también, me sentí más terrenal que nunca, como si hubiera despertado de golpe de un etéreo e irreal sueño. Aunque canté los himnos en la actuación no envidié a mis compañeras del número centro, pero sentí mucha pena por Miss Chichí y por mí... No volví a ver a Miss Chichi, sino hasta años después en el colegio católico...
En el sexto grado, también implementaron el curso de canto con el fin de que el colegio participe en un concurso de coros que se iba a realizar en el colegio Maristas. Con resignación esperaba volver a ver a miss Chichí pero en su lugar llegó Leónidas que por sus modos y maneras, mis compañeras y yo, denominábamos "el femenino" o simplemente "Mr. Chichí...". Uno de los acontecimientos más divertidos en mi etapa infantil... (continuará)
2 Comments:
Bueno! Miss Chichí ademas debe ser morena, como Hitler tenia genes judios... Yo tanbien tube una experiencia similar en mi 5º año, el motivo mia no seleccion fue el de ser el unico estudiante de mi clase sin clases de relegion y moral ... Siempre habra censuras a hacer, hasta a los niños!
Besos
Nosotros teníamos un profesor así; medio rosquete, y tenía unas poses de lo más hilarantes.
Aunque nunca se supo si era o no, la verdad que a mí me quedaron mis dudas.
Lo que le faltó de chico, fué una buena patada en el trasero para que reaccione.
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