sábado, octubre 15, 2005

"Sí. Felación es igual que felonía. ¡Chúpate ésa...!"

Segunda Parte (de la primera...)

chupon


... El profesor Cabrera, aunque petisito, no se achicaba ante nadie; además de dictar el curso de Historia en nuestra escuela se desempeñaba, paralelamente, como abogado penalista. Limpiando a bocanadas sus anteojos y secándose el sudor de la frente con un arrugado pañuelo, hacía alarde de sus dotes de litigante y enmarañador que, con un estilo muy peculiar y colmado de una agudeza cantinflesca, llenaba nuestras mañanas de entrañables y solaces momentos. Tenía las armas, más que suficientes, para no dejarse ningunear por nadie.

Un escribano y un gato
en un pozo cayeron;
como los dos tenían uñas
por la pared se subieron

(Don Dimas de la Tijereta, Tradiciones Peruanas, Ricardo Palma)

Si digo que en los exámenes nadie copiaba estaría mintiendo; si digo que todas copiábamos sería una exageración y una mentira más grande aún; y si digo que unas cuantas copiábamos y sólo en contadas ocasiones, sin escaparme de la verdad, estaría merodeando por los terrenos de la felonía pero, siempre hay una primera vez... Por otro lado, debo de señalar que por más buen amigo y mejor persona que el profe fuese con nosotras, a la hora de los exámenes no se "casaba" con nadie.

María Angélica, era una chica de estatura mediana, rubicunda, blanca, pecosita y de ampulosas formas. Hiperactiva, nerviosa y con una sonrisa permanente asociada a un estado de ansiedad inocultable. Fácilmente, podíamos colegir cuando nos mentía, y más aún cuando su sonrisa venía acompañada de tartamudeos y vacilaciones.

Aconteció que en pleno examen de Historia, el profesor Cabrera, se percató de extraños movimientos en María Angélica. Parecía presa de convulsiones y extraños contorneos en su asiento (¿el baile de la Solitaria?), y de cierta incomodidad que le impedía permanecer quieta. Él, no era tonto y ella aunque lista no podía dominar a la maturaleza. Me cuentan que -yo estaba delante y no pude ver todo- María Angélica al sentir la presencia del maestro había cambiado, rápidamente , de colores y humores: de un tono pálido pasó a uno bermejo encendido y un escarceo trepidante se había instalado en sus ojos verdes grisáceos. Sin embargo, fue otro detalle el que la delató: su falda, estaba recogida dos cuartas más arriba de sus rodillas. Muy tarde se dio cuenta de ello; la mirada de Cabrera permanecía fija sobre sus blanquísimos muslos. Pudorosamente, se los cubrió. Él, se encontraba a menos de un palmo de ella:

- Señorita, por favor, muéstreme las piernas -muy seriamente.
- !yo..., yo..., pro-fe-sor! - dijo ella, ahogándose en su voz, colaradísima y con un tic tan violento que fácilmente podría levantar vuelo con las pestañas.
- Sí, señorita. Levántese la falda...

En un toma y daca interminable o tras una especie de "gran bonetón" (¿Yo señor? Sí señor), María Angélica, dio su brazo a torces, o mejor dicho, dio sus piernas a mostrar. Todas permanecimos calladas, en un silencio absoluto que podíamos oir perfectamente la respiración de angustiosa de María Angélica y el ruido de los autos por la calle; de tanto en tanto, nos mirábamos totalmente perplejas: ¿Cómo nuestro más querido maestro se atrevía a tanto? María Angélica y su conchudez se lo merecían, ciertamente, pero ésto rebasaba cualquier límite. En medio de sollozos y vacilaciones, María Angélica dejó a la luz sus rollizos muslos y en ellos, con tinta azul, escritos todo el resumen de la historia humana. Cabrera cogió su examen y le puso un cero, grande y redondo, como un huevo. María Angélica, todo rubor, salió del aula apresuradamente. El examen prosiguió pero a los diez minutos se vio nuevamente interrumpido cuando la directora, en persona, le indicó a Cabrera que se apersonara a la dirección. Él, con paso marcial la siguió a escasa distancia. Y nosotras, tras ellos...

En la dirección, se estaba llevando a cabo una furibunda y encarnizada discusión, se escuchaba los "¡Cómo es posible...!" de la directora y los sostenidos argumentos de Cabrera. No fue necesario que pegáramos nuestros oídos a la puerta. Las voces -de dentro de la dirección- se escapaban por los más pequeños e inimaginables resquicios (además, había dejado la puerta semi-abierta... o semi-cerrado...). En el exterior, y a un costado de la puerta, María Angélica, permanecía más tranquila que nunca; hasta podría asegurar que se divertía con todo lo que había ocasionado...

Guardamos silencio, tratamos en todo momento de no hacer el más mínimo ruido o movimiento. Y oímos con clarida la voz de Cabrera:

- Pero, ¿Cuánto quiere le ponga? -casi gritando.
- No sé, pero por la vergüenza sufrida bien merece una nota alta como un gesto de disculpas y resarcimiento... -dijo la encopetada directora.
- ¡Allí tiene mi registro! ¡Póngale la nota que quiera! -en un tono retador.

María Angélica, aprobó ese trimestre con la más alta en Historia. El nuevo trimestre nos trajo una nueva maestra en el curso de Historia: la Hermana Rosa. Muy jovencita, sin experiencia y apegada literalmente a los textos.

En lugar de escarmentar, María Angélica persistía en sus mañas. Hasta podría asegurar, sin temor a equivocarme, que contaba con la venia y complacencia de la directora. Le perdimos -a María Angélica- el respeto y la confianza. Le hicimos sentir la "ley del hielo", por lo que su vocecita apagada por sobre mi hombro me sonó a blasfemia y burla: "¿Felación es igual que felonía?..." Llegaron a mi mente, imágenes del profesor Cabrera y el recuerdo de tantas mañanas llenitas de historias que le ponían la nota de color a mis días grises... Ofuscada, pensando más con el hígado que con el cerebro, pensé: "en ambos casos se actúa con la lengua...". No lo medité por más tiempo y le solté la "respuesta": "Sí. Felación es igual que felonía", y en un tono más bajito: "¡Chúpate ésa...!".

3 Comments:

Anonymous Anónimo Dijo...

Conocí miles de María Angélicas en mi vida universitaria. Es más: fuí uno como ella por un buen tiempo. Mi consuelo ante esas situaciones se convirtió en una frase: "ya la vida les cobrará su mediocridad tarde o temprano". ¿Y sabes que? Lo peor es que algunos se saldrán con la suya por el resto de sus días. Problema de ellos, al fin y al cabo.

9:36 a. m., octubre 17, 2005  
Anonymous Anónimo Dijo...

pues la verdad no tengo idea hace un mes que aacbo de ingresar a Derecho en la UTP pero eso creo q me concierne :a para todos vine aqui porque pense que encontraria un resumen de Don Dims d ela tijereta y vay no lo encontre tu sabes asi somos todos .las tareas para el ultimo (jejejje)ah por si aca no dare mi correo como algunos sonsos lo dan hasta en APuntes de otras web importante :A estoy muy interesante tu blog (creo que podrias ser escritora)porque me dejaste con una angustiaaaaaaaaaaaaa bueno ya me voy si lo lees o no no me importa
AH una chiquita una muy buena pagina para escuchar y ve rvideos buenos es www.youtube.com ahi mi id:ferslayerx para cualquier consulta(no soy psicoloco)ah pero sono bonito eso de "chupate esa" pues la verdad en mi clase de tecnicas y metodologia d ela investigacion hay un centenar de Marias angelicas que de angel no lo tiene nadie .jojojo vya queria comprarme anime para matar tiempo pero .....por razones mi pregunta es¿para que vivimos y cual es nuestro objetivo? que con solo tener una vida efimera no me basta quisiera sabe rmas (suena raro no crees(no estoy loco???))Bueno sin mas que desirte suerte en tu Blog y ponle mas publicidad px bye y sigue diciendo mas ...........(a tu criterio)BYE

5:19 p. m., julio 04, 2006  
Blogger Angel González Dijo...

Muy buena historia. La verdad creo que todos hemos conocido alguna María Angélica en nuestra vida... y creo que el profesor estaba en todo su derecho de decirle "levántese la falda".

Pero en fin, si la directora apoyaba a la alumna no había más que decir.

Saludos!

2:02 p. m., noviembre 26, 2006  

Publicar un comentario

<< Home