"Mariconcitos", "Mr. Chichí" y las chicas del coro (II)
Caminando por la calles de la mano de papá no me cansaba de agobiarlo con las más inconvenientes y descabelladas preguntas: "¿Por qué ese señor tiene una sola pierna?" o "¿Por qué ese otro tiene un color tan oscuro?" o "Aquel, !Sí papá, ése, ése! -señalándolo con el dedo y hasta casi tocándolo- , ¿no me digas que no lo ves?, ¿por qué camina como mujer?...". Papá, no habría tenido problema alguno en explicármelo, siempre y cuando no estuviésemos al lado de la persona en cuestión...
De tanto personaje "raro" que transitaban frente a mis ojos, los que despertaban mi curiosidad, mi desconcierto y atención eran aquellos tipos deslenguados, que caminaba con disfuerzo y adoptaban maneras femeninas tan desproporcionadas... Papá me explicó, cuando tuve la suficiente y necesaria capacidad de entender sobre las personas y sus diferencias. Me habló de ciertas descompensaciones orgánicas, de traumas, desfases, costumbres y gustos... Yo no entendí un pepino...
Ya en el colegio me puse al tanto, a través de mis compañeras, de esas "diferencias" y de las "etiquetas" o "denominaciones" correspondientes... Les llamábamos "mariconcitos", con mucha timidez. La otra palabra ("maricón") nos parecía repulsivo y nos sonaba a blasfemia y mala palabra; así es que adoptamos el diminutivo -"mariconcito"- cada vez que nos referíamos a personas con sexualidad NN.
Nuestras mentes, aunque todavía inocentes, tejían decenas de leyendas, con éstas personas, y las asociábamos con Sodoma, Gomorra, el Infierno y sobre todo al pecado. Nuestra catecista para la Primera Comunión, la señora Rebecca, se refería a ellos como personas descarriadas del rebaño y ajenas a los designios de Dios. La señora Rebecca, era una persona muy mayor, cuando hablaba de Dios, valga la redundancia, era un Pan de Dios pero, cada vez que hablaba del "pecado" parecía transformarse como una posesa o simplemente trataba de infundirnos "temor a Dios" para que no caigamos en el pecado. De la señora Rebecca conservo algunos recuerdos en mis brazos, los pellizcones que me dio antes de ingresar a la Medalla Milagrosa con la intención de que crucemos los brazos al ingresar al recinto sagrado (qué le costó ponernos al tanto de ese detalle en las clases de catecismo) en búsqueda de la sagrada comunión...
Cuando vimos por primera vez a Leonidas, nuestro nuevo maestro de canto, nos llamó poderosamente la atención el contraste entre su físico y sus modos: su corpulencia no andaba a la par con su delicadeza. Tenía el cuerpo tan ancho como un sarcófago, poseía una caja toráxica que bien podría ser la envidia de Jhony Weissmüller -Tarzán, para quienes no lo identifican- o de un fisiculturista. Sus fuertes y bien torneados brazos y antebrazos, a pesar de su atemorizante aspecto se conducían con la gracia y delicadeza de una gacela. Sus gruesos y enormes dedos parecían moverse con la delicadeza y docilidad de una blanca paloma. De su caminar no hablo, porque si lo hago tendría que hacer referencia a un pato, y prefiero dejarlo ahí... Su voz, aunque segura, mostraba a instantes algunos aflautamientos o agudezas -gallos- que provocaban sonrisitas a escondidad.
Nuestras primeras reacciones tras conocerlo se resumían en: "¿es?", "¿no lo ves?", "¿parece, no?", "¿es maricón?... Ups..., mariconcito, digo...".
Esperábamos a Miss Chichí, nuestra maestra del año pasado y en su lugara apareció un Adonis de delicados modos.. Así es que, aludiendo a su grueso torso, más que cualquier parecido a miss Chichí, lo bautizamos como "Mr. Chichís" (por el busto) o "Mr. Chichí", simplemente. Algunas más avezadas le llamaba "El Femenino" y no temían decirlo a voz en cuello; Subían corriendo las escaleras, anunciando la llegada del maestro: "¡Ya viene ´El Femenino,´...!". Estoy seguro que escuchaba estas referencias a su persona pero las ignoraba.
Asistía a las clases ataviado de ajustadas camisetas de algodón blancas, siempre blancas, jamás lo vimos con camisa o algo serio; debía de frisar los 25 años. Y siempre mostraba una seriedad al iniciar y al finalizar cada clase.
El Concurso de Canto estaba cerca, quedaba menos de un mes. Esta vez no tuve problemas para quedar entre las seleccionadas -todas participaríamos. Con una sencilla prueba separó las voces por "tesitura y color" (no me pregunten que eso). La canción elegida a interpretar sería: "La Contamana" o "Contamanina" (disculpen, no recuerdo el título exacto) y en una parte decía "El que, me trajo hacia es el Ucayali con su serpentear", parte encomendada a las que tenía la voces más graves. Para el resto nos correspondía: "Mi cantar es así, para tí mujer con amor, Contamana te vio nacer con mucho placeeer...". Había que hacer superposciones de voces que fácilmente nos equivocábamos y el profe se molestaba: "¡Carajito, carajito! no se me desordenen, mantengan el ritmo y compás...".
Paty, una chica rubia y patilarga del quinto B tenía una voz aguda y potente, y era la encargada de entrar en la parte "Mi cantar es así..." y nosotras, las de la voz aguda teníamos que secundarla. No leíamos pentagramas, cantábamos de oídas y eso de confiar ciegamente en nosotras iba a provocar algunos sinsabores... (continuará)
6 Comments:
o sea Mr Chichí era pluma gay, jajaja, buen post beba. saludos
Rafael, esa era mi visión de pequeña, ahora prefiero no caer en el terreno de las calificaciones y de los esteriotipos. A través de este medio he conocido a muchas personas interesantes y no les pregunto a qué género o aptitudes responden.
Claro, nadie dice lo contrario, las buenas personas no se ven por sexo, raza u opción sexual. Pero el nombrecito "Mr Chichí" es un mate de risa.
¿Tu cantas Beba?
Creo que muero en el intento...
Claro ya cambiaste de forma de pensar pero bien que detestas a cyan por ser el número uno.
I love Cyan... (¡qué fresca no! Ja ja ja). Uhmm primero compararon a Cyan con Ampuero...; parece que habemus un émulo de Hildebrandt ja ja ja
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