Manchas en el pantalón

Si ves una lágrima, en vertiginosa caída, recorrer mi mejilla no significa que esté triste como tampoco, denota, que piense o sienta algo por ti, sino que, sólo se trata de una mierdecita que de temerario modo se coló e incrustó en el cielo raso de mi pupila creciente...

Hoy, el cielo se muestra gris, como la panza de un burro, obcecado, impertinente; una fina garúa desciende impertérritamente, y sin pudores corona mis sienes de un vahído infesto que llega hasta el fondo del alma como trino de resuellos.

La retahíla de sentimientos vividos y sufridos permanecen como en un cenicero que se muestra humeante y dispuesto a encender la llama de un corazón desprevenido que no establece diferencias entre amor y manchas en un pantalón.

Te quise con pasión mas no con amor; fue un acuerdo mutuo, tácito que no debería de tener resquicios que lo resquebrajaran. Sin embargo, el resquemar en mi boca permanece activo como la primera vez.

Mis dedos frágiles, como golondrinas en inusitado vuelo, describían círculos de fuego en tu frondoso pecho, en un bosque de ensueño, de flamas, que se arremolinaba con el leve roce de mis yemas... Noches eternas que prefiero no recordar pero que no olvido.

Hoy, el frío reinante me obliga a guarecer mis gélidas manos en el fondo de los bolsillos de mi abrigo, que trae a colación tu calor. Cabizbaja, somnolienta emprendo raudo desplazamiento, sobre veredas y calles, en medio de un rompecabezas de rostros contritos, ajenos que bosquejan y desdibujan gestos que me recuerdan a ti.

No es tristeza, no pienso..., no siento..., es el frío.