La edad de la Inocencia

Toda la tarde me la pasé conversando, telefónicamente, con Micaela. Siguiendo el consejo que rueda, desde los tiempos del abuelo, por ahí, de que los niños y los borrachos no mienten (con ésto no insinúo, ni por asomo, que la Mica beba ¿eh?, recuerden que sólo tiene cinco años) indagué un par de cosillas familiares que por el momento no divulgaré, pues me sirven como base para hacer un par de suculentos posts que con el transcurrir de los días escribiré (Ups... desenmascaré a mi fuente); todo a su tiempo, a cucharadas se saborea mejor.

Bueno, volviendo a la Mica. Ella estudia en un colegio experimental de alto rendimiento en donde es una alumna destacada; tiene 5 años pero su edad mental es de 8 años (yo diría que de 18 por lo bien que nos comunicamos). ¿Si supieran todo lo que sabe la enana? Pero, lo que más aterra (porque esa es la palabra que más se adecua a mi explicación) es su capacidad para colegir, para intuir... Con ella no van esos de los cuentitos de la caperucita y del lobo, o de los avispas dejando su miel en las flores o de las cigueñas de París (yo me creí esa historia hasta pasados los 9. Después, descubrí que traer niños al mundo era más divertido). Mejor, no hacerle una pregunta directa sobre un tema difícil porque, lamentablemente, al interlocutor de turno que haya tenido el atrevimiento de menospreciar su capacidad, definitivamente va a salir muy mal parado. Que las Mica se la trae, se las trae. Quizá dentro de muy poquito la veamos escribiendo en un blog y dejando a todos fuera del camino. Los niños, actualmente, aprenden en un año lo que nosotros demorábamos tres.

Lo que me preocupa de todo ésto es que, tanto, los temas de interés como, otros, no adecuados estén tan a su alcance; confío en que su lógica, buen juicio y el apoyo de sus padres le señalen, siempre, el camino correcto.

Y todo ésto (que parece ser un parloteo o cháchara sin sentido) es porque ella me contó que en la periferia de su colegio, venden drogas, con todo desparpajo, a niños que apenas alcanzan los diez años. Ella me dijo, con toda la locuacidad del Mundo: "Tía, en la puerta de mi colegio venden Marihuana. Fíjate que los chicos grandes lo compran a otros chicos más grandes y luego van a los baños a fumar...". Como siempre, los padres se enteran tarde.

Se puso en alerta de ésta situación a los padres y a la Comisaría que no dista más de dos cuadras del colegio. Pero, como siempre, el tiempo, que borra lo bueno y lo malo, parece haber hecho olvidar, a todos, que nunca hay que bajar la guardia. Por lo que me contó Mica, la venta de droga prosigue con total normalidad y se introduce sin problema alguno dentro de las aulas escolares.

Con este problema que les muestro, veo, con gran pena, como la barbarie, la bestialidad, la inhumanidad creciente se abren paso y sobrepasan las fronteras de la inocencia.