La Vida y la Muerte

(En memoria de Jérico)

Dicen que, si las cosas pasan, es por algo..., ¡qué estúpido criterio! Dicen, también que, somos arquitectos de nuestro propio destino..., bueno, me parece menos estúpido pero... Sin embargo, pienso yo que, no somos dueños de nuestra vida y destino, sino que, estamos supeditados al entorno, a las circunstancias y al azar.

Hace un par de días, ocurrió un hecho trágico y lamentable, hecho que aun cohabita entre mis pensamientos... Jérico, un chico de 15 años aproximadamente, único sostén de su familia (un par de ancianos) y estudiante del colegio donde también asisten mis primas (Daniela y Cristina), murió, frente a muchos niños, horriblemente. Hechos, de esta naturaleza, inesperados y sorpresivos, me llevan a pensar sobre la vida y su fragilidad...

“Si las cosas pasan es por algo...”, no me parece la mejor frase que sirva de consuelo a un par de ancianos que se quedan, ahora, aparte de dolidos por la irreparable pérdida, en la más cruda incertidumbre. Jérico, buen o mal hijo era quien llevaba el sustento a aquel humilde hogar. ¿Resignación sería la palabra adecuada para sus padres? “Resígnense señores... a morir lentamente...”.

Jérico, buena o mala persona, tenía una familia, tenía un hogar, tenía una novia, tenía, como bien pueden afirmar sus amigos, enormes ganas de vivir. No se arredraba ante nada ni ante nadie, se sentía bien encaminado... ¿A dónde? ¿A la nada? ¿A dejar sus sueños truncos? ¿A dejar a sus padres desamparados y a su novia sola? ¿Él luchaba cada día para acabar así...?

Circunstancias, azar, terrible fatalidad... Nadie tiene la vida comprada, nuestra vida es como la llama de una vela que se extingue ante la menor ráfaga de viento...

Hace tiempo, que no pensaba en la muerte. Me parecía una pérdida de tiempo dedicarle algo de espacio dentro de mi vorágine vivencial. Sin embargo, la muerte, marcha a nuestro lado y a cada instante. No la miro con temor, el temor paraliza, pero si con respeto, y no me detengo por ello...

Historias y finales trágicos e inesperados ocurren cada día, y en contrapartida, se dan historias con inicios esperanzadores y “finales”, idealmente, felices. Tengo que vivir mis días como si fueran los últimos, alejada del pesimismo, de temores que detengan mi avance pero que no me vuelvan inmune al dolor o me tornen indiferente a lo que ocurre a mi alrededor. Pensar que mi breve paso en esta vida deja huellas..., huellas que otros, pueden seguir y continuar el camino, el eterno camino... Después de todo, si las cosas pasan, y pasan por algo es por dejan, con dolor o sin él, enseñanzas...